LAS
FRONTERAS DE LA VIEJA EUROPA
El
arsenal represivo desplegado por la política de la Unión
Europea frente a los flujos migratorios para fortalecer el control
de sus fronteras arrastran cada día más a las poblaciones
candidatas al exilio a peligrosos viajes donde los sueños
de una vida material maravillosa fracasan trágicamente
a sus puertas. Macabro milagro económico, espantoso cinismo
de una fortaleza que se torna cada día más mortal.
Ayer Ceuta y Melilla, hoy las Islas Canarias.
Esta
política sobre inmigración y refugiados se justifica
por las preocupaciones de seguridad interior de los países
miembros de la UE con la ambición única de asegurar
el triunfo económico de esta superpotencia neoliberal que
es Europa.
En
efecto, estos sucesos económicos se basan principalmente
sobre la explotación de millones de trabajadores emigrantes
ya instalados en el seno de la Unión Europea en condiciones
de vida precarias y en el flujo de inmigración continua
y masiva que permite un equilibrio demográfico en el mercado
de trabajo.
Tras este deslizamiento semántico de los discursos de seguridad
sobre los “ilegales” o los “clandestinos”
se oculta la creación deliberada y planificada de una mano
de obra barata que, si bien debería de estar protegida
por los derechos del trabajo y por los derechos civiles, se explota
a voluntad.
Es
preciso mantener como ciudadanos de segunda a aquellos que pueden
poner en peligro nuestra identidad cultural y económica
(de rango superior, por supuesto) y que sirve de coartada para
el derecho a la explotación del otro y así mantenerlos
a raya (obligación de producir y restricción del
derecho al sufragio).
En
el interior de la Unión Europea las condiciones de vida
social se degradan más al tiempo que se organiza una política
social cada vez más agresiva.
La
crisis social, el alza del desempleo, las políticas neoliberales,
la derrota del movimiento obrero, han favorecido el desarrollo
de las ideas de ultra derecha según las cuales “un
inmigrante = un desempleado”. Estas ideas se han desarrollado
tanto dentro de la derecha como de la izquierda, en los sectores
económicos ligados al poder político de la UE y
que tienen a los medios de comunicación como portavoz.
Bajo la sombra del fantasma de la seguridad, se piensa que la
identidad europea está amenazada y por la misma lógica
“un inmigrante = un potencial delincuente”. El migrante,
el extranjero, el bárbaro, el Otro, se encuentra preso
de una imagen que lo presenta como incómodo o enemigo de
la modernidad.
La
gestión de esta emigración se traduce en criminalización
xenófoba hacia los pobres que huyen de un tercer mundo
mantenido voluntariamente en la indigencia.
Esta
pobreza del Tercer Mundo, no lo olvidemos, es el resultado de
las políticas coloniales y neocoloniales europeas pasadas
y presentes, pero ahora las migraciones contemporáneas
nada tienen que ver con las de siglos anteriores (vinculadas al
colonialismo: tierras supuestamente vírgenes que esperan
a emprendedores para que las exploten y desarrollen) sino que
tienen su origen en los procesos de imposición del sistema
capitalista global integrado: desregulación de los mercados,
desmantelamiento y privatización de los recursos públicos,
liberalización del comercio (ruina de las economías
locales)
Los
cayucos son una metáfora: estas embarcaciones que se utilizan
para viajar de Mauritania a Canarias proceden del colapso de la
pesca artesanal en Mauritania, la ruina de la pesca tradicional,
provocada por las políticas de saqueo de la UE y la corrupción
de las autoridades locales.
El
cierre de las fronteras marroquíes desde otoño pasado
(crisis de las verjas de Ceuta y Melilla: casualmente coincidente
con una cumbre de seguridad de la UE) ha convertido a Mauritania
en el verdadero límite exterior de la UE por el sur.
Al mismo tiempo los gobiernos de los países fronterizos
(en el Magreb: Libia, Túnez, Argelia, Marruecos, Mauritania)
aprovechan y se presentan como incapaces por sí mismos
de controlar los flujos migratorios hacia Europa, por lo que reclaman
tanto ayudas económicas dado su papel de guardianes para
incrementar los medios represivos de policías y ejércitos,
así como comprensión y tolerancia, vista gorda respecto
a las políticas de corrupción y de abusos contra
los derechos que infligen tanto a los inmigrantes como a sus propios
a ciudadanos.
Esta
política del SIVE (Sistema Integrado de Vigilancia Externa)
está destinada a un terrible fracaso ya que entretiene
la corrupción de sus gobiernos y obliga a estos pueblos
a huir de los totalitarismos y de la miseria social cueste lo
que cueste, incluso arriesgando su vida.
El
cierre de las fronteras genera más corrupción que
explota a los inmigrantes, coyotes, mafiosos y sinvergüenzas
que se aprovechan de la dificultad de acceder a los cada vez más
limitados y caros visados ya que se disparan los precios de la
travesía incrementando la peligrosidad al alejar los puertos
de salida.
Por
otra parte , sería bueno subrayar que el fenómeno
migratorio no sólo se resume en el contexto geográfico
del vecino, o puntual del tiempo mediático o únicamente
asociado a la relación histórica entre el “conquistador
/ conquistado”, sino que más bien tiene que ver hoy
en día con una relación de historia en común,
ligada a la globalización de la miseria humana generada
por la sacrosanta economía del mercado. A pesar de la insistencia
de los medios acerca de los flujos migratorios hacía Europa
y USA, estos son mucho menores que los que tienen lugar en Asia
y Medio Oriente.
En
cuanto a las ayudas en general, hay una clara reorientación
a favor de los países vecinos al oriente de la unión
europea. Si totalizamos los programas de precandidatura de ayuda
a los países de Europa Central y oriental (PECO), las financiaciones
a los países del lado sur del mediterráneo (Proceso
de Barcelona) y las ayudas humanitarias o para el desarrollo,
apreciamos una notable modificación a favor de la Europa
Central y Oriental en contra de “los países en vía
de desarrollo” de Asia y África, cambio que se confirma
a lo largo del 2005-2006.
Y es por esto que no nos sorprendemos al ver cómo se organiza
la siniestra estrategia de “una inmigración escogida”,
una preferencia por la Europa central, menos coloreada y con una
religiosidad correcta puesto que es cristiana. Desde la caída
del muro de Berlín y los repetidos conflictos en los Balcanes,
un flujo de la población del Este no cesa y la tecnocracia
neoliberal de Bruselas se cree con la habilidad para mejor explotarla,
orquestada por el chantaje de una futura adhesión a la
Unión Europea a sus países de origen.
Los acontecimientos que siguieron al 11 de septiembre del 2001
refuerzan esta idea de un mundo de nuevo dividido en dos como
en los viejos tiempos de la Guerra fría, idea desarrollada
por los EEUU con el fin de legitimar el imperialismo militar y
el control de seguridad social implacable y paranoico, mientras
que los intereses económicos internacionales florecen.
El mundo musulmán se observa como una amenaza (Siguiendo
las tesis de Samuel P. Huntington, “El choque de las
civilizaciones”). La UE no está lejos de seguir
todo esto con su política de control de las fronteras.
Control interno (nuevas leyes represivas en España, Francia,
Alemania e Italia) y externa (España apoyando logísticamente
y militarmente por una fuerte presión de la Unión
europea a colaborar con Marruecos y Mauritania)
Por lo tanto, en Europa no se deja circular libremente más
que al capital, a las mercancías, a los ciudadanos miembros
y a una emigración selectiva a partir de criterios étnicos
y religiosos apoyadas en una política dedicada a cristianizar
la inmigración, pero manteniendo la fantasía de
superioridad que otorga la herencia colonial.
Las
poblaciones del Magreb y del África subsahariana dominantemente
musulmana se encuentran excluidas de esta gran aventura económica
europea.
Fuera
de este punto de vista utilitarista y sin vergüenza que consiste
en declarar que un fontanero mauritano, chino o musulmán
nunca podrá tener las mismas capacidades que las de un
“fontanero polaco”, güero y cristiano y tristemente
constatamos que el espacio fundamental para la existencia de la
humanidad, el encuentro con el Otro, se vuelve cada vez más
restringido y asignado a un apartheid del género humano.
Los
gobiernos comunitarios se manifiestan en este sentido y la fortaleza
deja ver violentamente sus postulados bien enraizados: NO HAY
PROGRESO ECONÓMICO SIN SACRIFICIO HUMANO.
Tripitool